06 abril 2006
Juan Sanchez Pelaez
“Prueba la taza sin sopa / ya no hay sopa / solloza hermano / prueba el traje / bien hecho a tu medida / te cuelga / te sobra por la solapa / nos falta sopa”. Este poema de Juan Sánchez Peláez llamado Preámbulo ha sido catalogado como un ejercicio de definición del carácter nacional, que pone su acento en un concepto clave: el carácter incompleto del ser humano. Así vivió también “el poeta mayor” su poesía. Algunos críticos sospechan que el primer poema que empezó a escribir hace 60 ó 70 años no había dejado de escribirlo, y sobre todo de actualizarlo.
“Juan vivía en el asombro de su obra y nunca dio por concluido un poema”, dijo recientemente Julio Ortega, crítico literario peruano, a raíz de la muerte del gran poeta, luego de tres largos meses de padecer un cáncer pulmonar. Para otros, sin embargo, la obra de Sánchez Peláez fue el cierre circular y perfecto de su existencia.
Dedicó su vida entera a la poesía, entendida no sólo como escritura sino como una manera de habitar el mundo. Cerró sus ojos de búho -calificación que le dio Vicente Gerbasi- sin ver publicada su Poesía completa , edición en curso en la editorial Lumen de Barcelona, España. Con su muerte, a los 81 años, se silenció su palabra plena de sabiduría y de profunda intuición. Desterrado de su cuerpo, comenzó su paseo interminable.
Venezolano, nacido en Altagracia de Orituco, estado Guárico, en 1922, Sánchez Peláez estudió primaria y secundaria en Caracas. Fue docente en Maturín, Maracaibo y el estado Sucre. Se desempeñó como agregado cultural de Venezuela en Colombia, vivió también en Chile y Francia, estadías que le permitieron madurar su formación literaria.
En Chile se relacionó con los poetas del grupo “Mandrágora”. Fue agregado cultural de la Embajada de Venezuela en Colombia y vivió en París durante un largo tiempo. Colaboró en publicaciones periódicas nacionales e internacionales, entre las que destacan: Papel Literario de El Nacional, Zona Franca, Eco (Colombia), Poesía (Valencia), Señal (París), Tabla Redonda.
El Diccionario de las Letras de América Latina descubre que el rasgo más notorio y personal de la obra poética de Juan Sánchez Peláez es la tensión entre misticismo y erotismo. El elemento erótico no sólo se expresa a través del lenguaje, seco y ardiente, “que parece como el delirio místico de un habitante del desierto. Se trata de un lenguaje erótico que paradójicamente, no implica una cercanía carnal al objeto del amor, sino más bien su alejamiento”.
Para Juan Liscano, Sánchez Peláez fue el primer poeta venezolano que introdujo en nuestra lírica “la conciencia de la clandestinidad del hombre en el mundo y su certidumbre angustiosa de haber sido arrojado al tiempo, como un extranjero, sin su consentimiento. Acepta en suma el mundo aunque no lo comprende. Y su lenguaje flexible, capaz de expresar matices de una sensibilidad visionaria y profundamente artística, constituyó una renovación”.
Para que no se vaya el poeta quedan sus obras: Elena y los elementos (Caracas, 1951), Animal de Costumbre (Suma, 1959), Filiación Oscura (Arte, 1966), Un día sea (Monte Avila, 1969), Rasgos Comunes (Monte Avila, 1975), Por cuál causa o nostalgia (Fundarte, 1981), Poesía (Monte Avila, 1984), Aire sobre el aire (Tierra de Gracia, 1989).
Con su primer libro Elena y los elementos abrió nuevas posibilidades para la poesía venezolana. Este título le valdría el Doctorado Honoris Causa de la Universidad de Los Andes (ULA) en el 2002 y fue reeditado por Monte Avila con motivo de este hecho. Por la obra Rasgos Comunes se le otorgó el Premio Nacional de Literatura 1976. Hace más de siete años, la misma editorial presentó una recopilación de artículos, notas, estudios y ensayos sobre el poeta mayor: Juan Sánchez Peláez ante la crítica .
Liscano señaló acerca de Elena y los elementos que “constituye una tentativa poética responsable y fervorosa que encuentra materia en la experiencia personal, la intensidad creadora del sueño y la liberación de inconsciente”.
En la revista literaria Tinta China , Ana Nuño se refirió a la fortuna-desgracia que tuvo Juan Sánchez Peláez de nacer en Venezuela y de que en este país se haya publicado su obra. “De haber nacido y publicado su obra en México, Argentina, Chile, Colombia o Perú, estaría hoy cubierto de premios internacionales de poesía, y al menos tres libros suyos -tres libros extraordinarios, en esta y cualquier otra latitud: Animal de costumbre, Rasgos comunes y Aire sobre el aire- habrían sido editados también en otros tantos países latinoamericanos y aun en nuestra amnésica madre patria”.
Sin embargo, Nuño plantea que una de las virtudes de su obra nace precisamente de esa fortuna-desgracia. Si su obra hubiera surgido en otra latitud “no sería quien hoy es, no habría sido quien ha sido y, sobre todo, no habría escrito lo que ha escrito”.
Guillermo Sucre, poeta y crítico literario, señala de Rafael Cadenas y Sánchez Peláez que “no hay poetas más disímiles”. Pero, a su juicio, los une un hecho peculiar: “Tienden inicialmente a la exuberancia y aun al desencadenamiento verbal; luego, no sólo se despojan de cualquier exceso, sino que ese despojamiento supone una confrontación con el lenguaje como tal”.
Mientras Sucre consideró su poesía opuesta a la de Cadenas, Eugenio Montejo lo unió a José Antonio Ramos Sucre. “De él heredará el trazo enfático y suntuoso de la palabra, así como una vigilancia tenaz que cuida de la tensión de su poesía. Claro está, es otra la expresión de su sensibilidad, otro el universo que alimenta las formas de su imaginación”.
Para Montejo, Sánchez Peláez asume desde sus primeros poemas la llave de la poesía surrealista, con un tono tan natural que revela en él, antes que una circunstancia mimética, una identificación espontánea. “Pero será la iluminación del amor, ese plano cósmico, el que tal vez persista como el atributo surrealista más definitivo del poeta de Altagracia. Es allí donde su verbo alcanza sus mejores fulgores. Mucho más que en otras culturas, entre nosotros, donde vive una tradición amorosa devota de formas caballerescas, la adopción de una actitud semejante del amor reviste una violencia inusitada”.
De Sánchez Peláez destaca su humor fluido, sin estridencias. También su hermetismo unido a su actividad poética incansable. Como dijo Lorenzo García Vega: “Con o sin amigos, con o sin tragos, con o sin palabras, de noche o de día, Juan escribe todo el rato porque escucha, ve y calla todo el rato”. El poeta mayor labró una obra breve pero intensa, que deja una huella profunda no sólo en la poesía venezolana sino en toda la lengua española.Falleció en el año 2003.
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